A doce años de la desaparición forzada del estudiante de la Facultad de Economía, Sergio Daniel Ávalos, compartimos un fragmento de artículos Horror Vacui publicado en la revista Viento del Sur.
«Hace doce años, en una noche seguramente fría como ésta en que yo escribo, un pibe de un pueblo neuquino –un pibe humilde que había venido a estudiar a la universidad, que había venido con esfuerzo, que vivía en una residencia universitaria- entró al boliche Las Palmas y no volvió a saberse nada de él. Como si hubiera entrado una persona, con rostro, con nombre –Sergio Ávalos-, con un número de legajo universitario y hubiera salido un dónde. Alrededor de su desaparición se tejieron miles de teorías. Ninguna de ellas pudo responder a esta descarnada pregunta: ¿dónde? La policía –siempre sospechosa, y con justa razón- no respondió; el gobernador de entonces, Sobisch …no respondió; el vicegobernador de entonces, Sapag –actual gobernador de esta provincia-, no respondió; la rectora de la Universidad en ese entonces, Ana Pechen –actual vicegobernadora de Sapag- no respondió.
Los días posteriores a la desaparición de Sergio, entre marchas multitudinarias en las que habíamos confluido estudiantes y docentes en lucha, alguien puso en un pasillo de la universidad una silla azul con un cartelito que preguntaba ¿dónde está Sergio? En esta silla pienso ahora que reseño una crónica sobre el vacío que tiene a Sergio Ávalos como motivo central, porque la silla vacía no es la ausencia de algo que nunca estuvo; es la falta de algo arrebatado. Es como cuando se arranca un árbol: el árbol deja de estar, pero el agujero en la tierra denuncia que allí hubo algo. Alguien dijo una vez que ‘cuando se arrancan las raíces, queda lo arrancado’.»